Gabriela Clavo Y Canela by Jorge Amado

Gabriela Clavo Y Canela by Jorge Amado

autor:Jorge Amado
La lengua: es
Format: mobi
Tags: Romántica
publicado: 2010-01-03T12:01:02+00:00


DE LOS VIEJOS MÉTODOS

Mundinho Falcáo cumplió finalmente la promesa hecha al "coronel" Altino, yendo a visitar sus estancias. No aquel sábado marcado, sino un mes después, y a instancias del Capitán. El recaudador de impuestos concedía gran importancia a la conquista de Altino diciendo que, si lo ganaban, obtendrían la adhesión de varios plantadores, que aún vacilaban, no obstante haber comenzado los estudios de los bancos de arena.No cabía dudas que la llegada del ingeniero había significado la derrota para el gobierno de Bahía, Y un impacto, un tanto apuntado por Mundinho. La propia reacción de los Bastos, violenta, quemando una edición del "Diario de llhéus" lo probó. En los días siguientes, algunos "coroneles" aparecieron en la oficina de la casa exportadora para solidarizarse con Mundinho, y ofrecerle sus votos. El Capitán alineaba guarismos en una columna, sumaba votos en el papel. Conociendo los hábitos políticos imperantes, no quería adelantar una victoria apretada. El reconocimiento, tanto de los diputados en la Cámara Federal o en la estadual, cuanto del Intendente y de los consejeros municipales, sólo podría descontarse luego de una victoria brutal, aplastante. Y aún así, no sería muy fácil obtener el reconocimiento. Para eso, él creía contar con las amistades del exportador en el escenario político federal, y con el prestigio de la familia Mendes Falcáo. Pero era preciso vencer por amplio margen.

Retornó la calma a la ciudad, por lo menos aparentemente, después de los últimos acontecimientos. En ciertos círculos de Ilhéus crecía la simpatía en torno a Mundinho. Había mucha gente asustada por el retorno de los métodos violentos evidenciado con la hoguera de los periódicos. Mientras mandaran los Bastos, decían, no llegaría a su fin el reinado de los bandidos. Pero el Capitán sabía que esos comerciantes, esos empleados de tiendas y negocios, esos trabajadores del puerto, significaban pocos votos. Los votos pertenecían a los "coroneles", sobre todo a los grandes plantadores, dueños de distritos, compadres de medio mundo y también dueños de la máquina electoral. Esos, sí, eran los que decidían.

La casa del "coronel" Altino Brandáo, en Río do Brajo, quedaba al lado de la estación, rodeada de balcones, enredaderas que subían por las paredes, flores variadas en el jardín, quinta con numerosos árboles frutales. Todo admiraba a Mundinho, que llegó a pensar si no tendría razón el Capitán cuando decía que el rico plantador era un tipo raro en Ilhéus, de mentalidad abierta. En aquella zona no se había conservado la tradición de las cómodas casas solariegas de la época de las plantaciones de azúcar, sus delicadezas ni sus lujos. En las plantaciones y en los poblados, las casas de los "coroneles" carecían, muchas veces, de las más elementales comodidades. Erguíanse en las plantaciones sobre estacas, debajo de las cuales dormían los Puercos. Cuando no, próximo quedaba siempre el chiquero, como una defensa contra las innumerables cobras de veneno mortal. Los cerdos las mataban, protegidos contra el veneno por la gruesa capa que los recubría. De la época de los barullos había quedado una



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